Autoritarismo en expansión para disciplinar a la sociedad
Existe una tendencia al autoritarismo en los procesos que confirman el acceso al gobierno de proyectos de ultraderecha, entre ellos, Donald Trump o Javier Milei.
Lo que hay, es un crecimiento de la propuesta política hacia la derecha del arco político.
Se trata de un fenómeno que está asociado en el descrédito de la “política tradicional” asentada en la lógica keynesiana instalada luego de la segunda guerra mundial.
El consenso es que luego de 1945 se consolidó un sistema mundial bipolar, en donde uno de los polos proponía como horizonte el “socialismo”, y el otro el “capitalismo”.
Ambos sostenían una fuerte participación estatal en la definición de la política pública y competían en quien “resolvía” las mejores condiciones de vida.
No solo se comparaba la magnitud de la riqueza generada, sino condiciones de alimentación, de salud, educación. En la jerga usual se dirimía la mayor eficacia de los países de “economía centralmente planificada” o los de “economía de mercado”.
En rigor, la dinámica de la macroeconomía keynesiana asimilaba los paradigmas en discusión y el socialismo realmente existente no lograba organizar las relaciones sociales de un modo alternativo, tal como sugería Karl Marx.
Se trata de un tema que aún está en discusión a propósito de las disputas hegemónicas en el sistema mundial y desafía a pensar rumbos civilizatorios en defensa de la vida social y natural.
¿Qué hay que producir, cómo y para quién?
Son interrogantes poco debatidos en la esfera pública, pero esenciales ante las variadas situaciones de crisis, por el armamentismo, la guerra, el clima y su afectación, la pobreza y la desigualdad, entre muchos indicadores de la decadencia epocal.
Más allá de que el “socialismo” se realizara, el tema se discutió luego de 1989, con la caída del muro de Berlín y más aún con la desarticulación de la URSS en 1991 y la subsistencia de países que sostienen el propósito por el socialismo.
Aparecieron a fines del siglo pasado las concepciones de fin de la historia y la rápida conclusión del triunfo del capitalismo, con el formato de la “democracia occidental”, la que se oponía al “totalitarismo” con que se identificaba a los proyectos por el socialismo.
El debate sobre las formas de gobierno y su eficacia para resolver problemas de época se reabre con la inmensa acumulación económica de los países asiáticos, especialmente de China y su preeminencia fabril.
La decadencia productiva en “occidente” estimula tendencias autoritarias en la gestión del capitalismo contemporáneo, programa que asumen sin complejo las derechas en expansión en el mundo y con acceso relevante a gobiernos en el planeta, especialmente con Trump en EEUU.
El imaginario por el socialismo parecía imposible a fines del Siglo XX, y la recurrencia de la crisis capitalista, especialmente luego del 2007/09 reabre la discusión sobre un horizonte civilizatorio en contra y más allá del capitalismo.
Tiemblan las bolsas
Cada tanto aparecen elementos disruptivos en la economía mundial. Ahora el fenómeno se manifiesta como caída de las bolsas en el mundo.
La noticia se presentó en el comienzo de semana con el desplome de los valores bursátiles y financieros en Tokio. Lógica por la temprana apertura de los mercados globales.
Luego, el fenómeno impactó en Europa y en todo el mundo.
Hay coincidencia en los análisis, que el tema está asociado a la política arancelaria de Trump, una guerra comercial para superar los problemas internos del capitalismo en EEUU e intentar disciplinar al mundo en esos objetivos.
El mensaje de MAGA (Make Again Great America) es claro, hace falta reestructurar el orden capitalista para sostener el lugar de privilegio de las transnacionales yanquis y de Washington en la dominación global.
Trump define política económica desde su carácter de gestor del Estado capitalista estadounidense, y con ello busca disciplinar a la sociedad en su país, que, por su lugar en el mundo, se traslada a las relaciones internacionales, y genera incertezas e incertidumbres.
El modelo de expansión asiático, especialmente de China, asentado en la planificación centralizada, induce el imaginario autoritario del gobernante estadounidense que pretende marcar rumbo en el sistema mundial.
Milei sigue los pasos de Trump e intenta disciplinar a la sociedad local desde su estrategia de austeridad, ajuste y regresivas reformas estructurales para insertar al capitalismo local en el orden global que define la política exterior de EEUU.
La subordinación se legaliza de manera autoritaria, vía “Decretos de Necesidad y Urgencia”, que no son ni necesarios, ni urgentes, pero que otorgan legalidad a los actos de gobierno facilitado por la complicidad de parte importante de la oposición institucional.
Resulta importante considerar que a Trump o a Milei solo lo puede frenar una nueva iniciativa política popular que tenga por horizonte no solo terminar con el autoritarismo creciente de estos gobiernos, sino con otras políticas, alternativas, orientadas a la emancipación social y a resolver acuciantes necesidades populares.
En rigor, no es solo una cuestión nacional referido a los países en cuestión, sino que es válida en el debate civilizatorio contemporáneo, demandando un clima de revolución.
Buenos Aires, 31 de marzo de 2025
https://sepla21.org/autoritarismo-en-expansion-para-html/Capítulo ArgentinaExiste una tendencia al autoritarismo en los procesos que confirman el acceso al gobierno de proyectos de ultraderecha, entre ellos, Donald Trump o Javier Milei.
Lo que hay, es un crecimiento de la propuesta política hacia la derecha del arco político.
Se trata de un fenómeno que está asociado...Julio César GambinaJulio César Gambina
jcgambina@gmail.comAuthorSEPLALo que hay, es un crecimiento de la propuesta política hacia la derecha del arco político.
Se trata de un fenómeno que está asociado en el descrédito de la “política tradicional” asentada en la lógica keynesiana instalada luego de la segunda guerra mundial.
El consenso es que luego de 1945 se consolidó un sistema mundial bipolar, en donde uno de los polos proponía como horizonte el “socialismo”, y el otro el “capitalismo”.
Ambos sostenían una fuerte participación estatal en la definición de la política pública y competían en quien “resolvía” las mejores condiciones de vida.
No solo se comparaba la magnitud de la riqueza generada, sino condiciones de alimentación, de salud, educación. En la jerga usual se dirimía la mayor eficacia de los países de “economía centralmente planificada” o los de “economía de mercado”.
En rigor, la dinámica de la macroeconomía keynesiana asimilaba los paradigmas en discusión y el socialismo realmente existente no lograba organizar las relaciones sociales de un modo alternativo, tal como sugería Karl Marx.
Se trata de un tema que aún está en discusión a propósito de las disputas hegemónicas en el sistema mundial y desafía a pensar rumbos civilizatorios en defensa de la vida social y natural.
¿Qué hay que producir, cómo y para quién?
Son interrogantes poco debatidos en la esfera pública, pero esenciales ante las variadas situaciones de crisis, por el armamentismo, la guerra, el clima y su afectación, la pobreza y la desigualdad, entre muchos indicadores de la decadencia epocal.
Más allá de que el “socialismo” se realizara, el tema se discutió luego de 1989, con la caída del muro de Berlín y más aún con la desarticulación de la URSS en 1991 y la subsistencia de países que sostienen el propósito por el socialismo.
Aparecieron a fines del siglo pasado las concepciones de fin de la historia y la rápida conclusión del triunfo del capitalismo, con el formato de la “democracia occidental”, la que se oponía al “totalitarismo” con que se identificaba a los proyectos por el socialismo.
El debate sobre las formas de gobierno y su eficacia para resolver problemas de época se reabre con la inmensa acumulación económica de los países asiáticos, especialmente de China y su preeminencia fabril.
La decadencia productiva en “occidente” estimula tendencias autoritarias en la gestión del capitalismo contemporáneo, programa que asumen sin complejo las derechas en expansión en el mundo y con acceso relevante a gobiernos en el planeta, especialmente con Trump en EEUU.
El imaginario por el socialismo parecía imposible a fines del Siglo XX, y la recurrencia de la crisis capitalista, especialmente luego del 2007/09 reabre la discusión sobre un horizonte civilizatorio en contra y más allá del capitalismo.
Tiemblan las bolsas
Cada tanto aparecen elementos disruptivos en la economía mundial. Ahora el fenómeno se manifiesta como caída de las bolsas en el mundo.
La noticia se presentó en el comienzo de semana con el desplome de los valores bursátiles y financieros en Tokio. Lógica por la temprana apertura de los mercados globales.
Luego, el fenómeno impactó en Europa y en todo el mundo.
Hay coincidencia en los análisis, que el tema está asociado a la política arancelaria de Trump, una guerra comercial para superar los problemas internos del capitalismo en EEUU e intentar disciplinar al mundo en esos objetivos.
El mensaje de MAGA (Make Again Great America) es claro, hace falta reestructurar el orden capitalista para sostener el lugar de privilegio de las transnacionales yanquis y de Washington en la dominación global.
Trump define política económica desde su carácter de gestor del Estado capitalista estadounidense, y con ello busca disciplinar a la sociedad en su país, que, por su lugar en el mundo, se traslada a las relaciones internacionales, y genera incertezas e incertidumbres.
El modelo de expansión asiático, especialmente de China, asentado en la planificación centralizada, induce el imaginario autoritario del gobernante estadounidense que pretende marcar rumbo en el sistema mundial.
Milei sigue los pasos de Trump e intenta disciplinar a la sociedad local desde su estrategia de austeridad, ajuste y regresivas reformas estructurales para insertar al capitalismo local en el orden global que define la política exterior de EEUU.
La subordinación se legaliza de manera autoritaria, vía “Decretos de Necesidad y Urgencia”, que no son ni necesarios, ni urgentes, pero que otorgan legalidad a los actos de gobierno facilitado por la complicidad de parte importante de la oposición institucional.
Resulta importante considerar que a Trump o a Milei solo lo puede frenar una nueva iniciativa política popular que tenga por horizonte no solo terminar con el autoritarismo creciente de estos gobiernos, sino con otras políticas, alternativas, orientadas a la emancipación social y a resolver acuciantes necesidades populares.
En rigor, no es solo una cuestión nacional referido a los países en cuestión, sino que es válida en el debate civilizatorio contemporáneo, demandando un clima de revolución.
Buenos Aires, 31 de marzo de 2025
