¿Cómo se financia el Estado?
Existe un debate sobre la presión tributaria en la Argentina, si es mucha o poca, y, en definitiva, nos lleva a discutir quien sostiene financieramente al Estado y claro, quién debería sostenerlo. La cuestión la suscitó el Kun Agüero a propósito del impuesto al patrimonio, que él consideraba una doble imposición porque ya había contribuido con los impuestos a los ingresos. Más allá de la polémica concreta con el ídolo futbolero, importa desentrañar el tema con algunos datos. Vale considerar la presión tributaria, o sea cuanto es la recaudación respecto del PBI de la Argentina. La estadística oficial señala que al 2020 fue del 29,4%, de los cuales, por impuestos nacionales son 24,5% y por provinciales alcanza al 4,9%. Si comparamos la evolución de ese guarismo desde el 2004, registramos un mínimo del 24,33% de presión tributaria en 2004 y un máximo del 31,5% en 2015. El periodo 2004-2020 es un lapso interesante para evaluar la evolución del porcentaje de la presión tributaria y su composición, analizando de dónde se recauda y que correcciones ameritan, en función de a quién se pretende beneficiar. Tomando los datos del 2020 sobre tributación nacional, nos encontramos que: 1. los impuestos sobre bienes y servicios suponen un 41% de la recaudación; 2. seguida por un 22,9% de aportes y contribuciones a la seguridad social; 3. un 21,8% sobre Ingresos, Utilidades y Ganancias del Capital; 4. un 10,7% sobre Comercio y transacciones internacionales; 5. un 3% sobre la propiedad y otros por 0,5%, evidenciando el escaso aporte de los tributos a la propiedad sobre el conjunto. Al nivel provincial, la recaudación se concentra en: 1. el 77,2% en impuestos internos sobre bienes y servicios y, 2. un 21% sobre la propiedad, 3. completando con 1,8% bajo el rubro “otros”. Si consideramos el periodo 2004-2020 podemos reconocer: a) la principal fuente de ingresos tributarios es el IVA, que osciló entre 6,33% del PBI en 2005 y el 7,44% en 2013, registrando al 2020 un 6,93%; b) el impuesto a las ganancias de las empresas aportó entre el 2,62% como mínimo en 2009 a un 3,10% en 2004 y 2007, siendo hoy de 2,75% sobre el PBI; c) el impuesto a los bienes personales supuso un mínimo de 0,27% en 2011 y un máximo en el 2020 de 0,75% sobre el PBI; d) los tributos sobre exportaciones oscilaron entre el mínimo del 0,62% en 2017 al 3,14% en 2008, recaudando en 2020 el 1,41% sobre el PBI. En función de los datos aportados puede discutirse que el principal impuesto en la Argentina es el IVA, y si se pretende reducir la presión tributaria, habría que empezar por este tributo “regresivo”, ya que iguala la carga con indiferencia de los ingresos de los contribuyentes. Claro que también podría mantenerse la presión tributaria reorientando las fuentes de ingresos impositivos, por ejemplo, recaudando más en impuestos patrimoniales, a las ganancias, o a las exportaciones. Todo un debate de ideas que remite a una discusión sobre beneficiarios y perjudicados. Agreguemos que un Estado soberano funciona con la emisión de su moneda y que los impuestos constituyen un mecanismo de absorción de esa emisión, por lo que en definitiva, el Estado se financia con su emisión soberana y a los efectos de no generar distorsiones en función de la cantidad necesaria de dinero en circulación, acude a los impuestos para absorber la emisión excedente. Ello nos lleva nuevamente a discutir, de donde retraer el excedente de dinero circulante. ¿De los sectores más empobrecidos o de los enriquecidos? Está claro que la respuesta supone un debate político. Buenos Aires, 23 de febrero de 2022
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