El G20 y la crisis capitalista
El Grupo de los 20 surgió a fines del 2008, terminando su mandato George Bush, con el propósito de discutir la crisis iniciada como “hipotecaria” en el 2007, que luego incorporaría la dimensión financiera, económica y para definirse como integral, incluso civilizatoria, especialmente en la jerga de los movimientos populares.
Hacia el 2008 no alcanzaba con los cónclaves del G7 (Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Japón) y habían incorporado a Rusia como octavo invitado, desplazado luego en 2014 ante el nuevo papel asumido por Moscú en el ámbito internacional.
Observando los cambios en la correlación de fuerzas mundiales hacia el 2008 y especialmente el peso económico creciente de China, se decidió ampliar el ámbito de decisión al gigante asiático y a otros países emergentes, caso de Brasil o la India. Hacía falta ampliar el consenso para la “salida” de la crisis.
Se pasó entonces del G8 al G20, aprovechando una “institución técnica” de existencia previa, gestada para discutir situaciones de países altamente endeudados. Se lo transformó en “cumbre” de presidentes y principales responsables políticos y económicos, con participación de organismos internacionales.
El G20 viene funcionando con presidencias rotativas desde noviembre del 2008. Por América Latina participan Argentina, Brasil y México. Este 2024, bajo presidencia de Brasil, se anuncia la cumbre anual para noviembre próximo, con encuentros diversos que abonan la agenda del cónclave anual.
La realidad es que el G20 no resolvió ninguno de los problemas que aparecieron en la crisis del 2007/09, peor aún, la situación de crisis de la economía mundial se proyecta de manera aguda sobre la política y la sociedad, con amenazas de destrucción por guerras, potencialmente nucleares, y devastación de la naturaleza a causa del modelo productivo capitalista.
El lema que sustenta la presidencia brasileña es “contra el hambre y la pobreza”, dos cuestiones exacerbadas ante la desaceleración de la economía mundial desde la crisis del 2007/09.
Orden mundial en crisis
En rigor, la institucionalidad gestada a la salida de la segunda guerra mundial muestra sus límites en la coyuntura actual. Hacia 1945 emergió un mundo bipolar, con dos imaginarios posibles, el capitalismo y el socialismo. Con el desplome de la URSS y la caída del socialismo en el este de Europa, el orden mundial pasó a la unipolaridad del régimen del capital.
La mundialización o globalización capitalista se extendió desde los 80/90 con la expansión de las relaciones capitalistas bajo la lógica de políticas económicas de liberalización, favoreciendo la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, no de las personas, las que son fuertemente reprimidas ante los procesos migratorios por la subsistencia.
Resulta de interés el informe sobre la riqueza que difunde anualmente la Unión de Bancos Suizos (UBS) que grafica en una pirámide la apropiación de riqueza de la población adulta. Allí se indica que el 1,5% de la población adulta del planeta se apropia del 47,5% de la riqueza total durante 2023, mientras que, en la base de la pirámide, el 39,5% apenas percibe el 0,5%, en una clara evidencia de asimetría. Más aún, al interior de la cumbre de la pirámide, en ese 1,5% de población adulta, 14 individuos concentran el 14,2% de la riqueza total y otros 12 el 6,5; por lo que 26 fortunas individuales acaparan el 20,7% de la riqueza total para el 2022.
Así, el enriquecimiento acrecentado es expresión de la contracara del crecimiento de la pobreza, la miseria, el desempleo y la irregularidad en el empleo, tal como verifican los datos de la OIT, en donde se consignan 2.000 millones de trabajadores/as en situación irregular . Por estas y otras razones, la SEPLA en su reciente manifiesto acusa “…al capitalismo de las insuficiencias en la satisfacción de las necesidades de la población empobrecida y explotada.” El capitalismo no resuelve el hambre y la pobreza, aun cuando las instituciones del orden mundial se lo propongan en “declaraciones” o sugerencias de imposible cumplimiento bajo la dominación del régimen del capital.
El orden de 1945 mutó en 1991, de la bipolaridad a la unipolaridad, y ahora, derivado de las sanciones unilaterales de EEUU y sus aliados en el G7 emergen nuevos alineamientos internacionales que inducen la caracterización de un mundo multipolar, en donde los BRICS, aparecen como un desafío a la hegemonía estadounidense en el capitalismo global, especialmente liderados por China.
La cuestión no está en los límites de la institucionalidad capitalista que se expresa en la utopía del G20 por lograr una “Alianza contra el hambre y la pobreza”, precisamente porque esos problemas son consecuencias del orden capitalista.
El debate pendiente es la agenda para retomar una estrategia en contra y más allá del capitalismo, que está en los debates por “otro mundo posible”, emergente de las luchas, reuniones y programas surgidos de las organizaciones que forjaron el movimiento mundial contra la globalización o mundialización capitalista en la convergencia de los siglos XX y XXI.
Sin duda ello es una asignatura pendiente, propósito de reorganizaciones del movimiento popular mundial no solo para frenar la iniciativa de la ofensiva capitalista por más de medio siglo, que ahora, en su versión de ultraderecha, reanima tiempos de fascismos que pensábamos derrotados hace un siglo.
Buenos Aires, 26 de julio de 2024
https://sepla21.org/el-g20-y-la-crisis-capitalista-html/Capítulo ArgentinaEl Grupo de los 20 surgió a fines del 2008, terminando su mandato George Bush, con el propósito de discutir la crisis iniciada como “hipotecaria” en el 2007, que luego incorporaría la dimensión financiera, económica y para definirse como integral, incluso civilizatoria, especialmente en la jerga de los movimientos...Julio César GambinaJulio César Gambina
jcgambina@gmail.comAuthorSEPLA
Hacia el 2008 no alcanzaba con los cónclaves del G7 (Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Japón) y habían incorporado a Rusia como octavo invitado, desplazado luego en 2014 ante el nuevo papel asumido por Moscú en el ámbito internacional.
Observando los cambios en la correlación de fuerzas mundiales hacia el 2008 y especialmente el peso económico creciente de China, se decidió ampliar el ámbito de decisión al gigante asiático y a otros países emergentes, caso de Brasil o la India. Hacía falta ampliar el consenso para la “salida” de la crisis.
Se pasó entonces del G8 al G20, aprovechando una “institución técnica” de existencia previa, gestada para discutir situaciones de países altamente endeudados. Se lo transformó en “cumbre” de presidentes y principales responsables políticos y económicos, con participación de organismos internacionales.
El G20 viene funcionando con presidencias rotativas desde noviembre del 2008. Por América Latina participan Argentina, Brasil y México. Este 2024, bajo presidencia de Brasil, se anuncia la cumbre anual para noviembre próximo, con encuentros diversos que abonan la agenda del cónclave anual.
La realidad es que el G20 no resolvió ninguno de los problemas que aparecieron en la crisis del 2007/09, peor aún, la situación de crisis de la economía mundial se proyecta de manera aguda sobre la política y la sociedad, con amenazas de destrucción por guerras, potencialmente nucleares, y devastación de la naturaleza a causa del modelo productivo capitalista.
El lema que sustenta la presidencia brasileña es “contra el hambre y la pobreza”, dos cuestiones exacerbadas ante la desaceleración de la economía mundial desde la crisis del 2007/09.
Orden mundial en crisis
En rigor, la institucionalidad gestada a la salida de la segunda guerra mundial muestra sus límites en la coyuntura actual. Hacia 1945 emergió un mundo bipolar, con dos imaginarios posibles, el capitalismo y el socialismo. Con el desplome de la URSS y la caída del socialismo en el este de Europa, el orden mundial pasó a la unipolaridad del régimen del capital.
La mundialización o globalización capitalista se extendió desde los 80/90 con la expansión de las relaciones capitalistas bajo la lógica de políticas económicas de liberalización, favoreciendo la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, no de las personas, las que son fuertemente reprimidas ante los procesos migratorios por la subsistencia.
Resulta de interés el informe sobre la riqueza que difunde anualmente la Unión de Bancos Suizos (UBS) que grafica en una pirámide la apropiación de riqueza de la población adulta. Allí se indica que el 1,5% de la población adulta del planeta se apropia del 47,5% de la riqueza total durante 2023, mientras que, en la base de la pirámide, el 39,5% apenas percibe el 0,5%, en una clara evidencia de asimetría. Más aún, al interior de la cumbre de la pirámide, en ese 1,5% de población adulta, 14 individuos concentran el 14,2% de la riqueza total y otros 12 el 6,5; por lo que 26 fortunas individuales acaparan el 20,7% de la riqueza total para el 2022.
Así, el enriquecimiento acrecentado es expresión de la contracara del crecimiento de la pobreza, la miseria, el desempleo y la irregularidad en el empleo, tal como verifican los datos de la OIT, en donde se consignan 2.000 millones de trabajadores/as en situación irregular . Por estas y otras razones, la SEPLA en su reciente manifiesto acusa “…al capitalismo de las insuficiencias en la satisfacción de las necesidades de la población empobrecida y explotada.” El capitalismo no resuelve el hambre y la pobreza, aun cuando las instituciones del orden mundial se lo propongan en “declaraciones” o sugerencias de imposible cumplimiento bajo la dominación del régimen del capital.
El orden de 1945 mutó en 1991, de la bipolaridad a la unipolaridad, y ahora, derivado de las sanciones unilaterales de EEUU y sus aliados en el G7 emergen nuevos alineamientos internacionales que inducen la caracterización de un mundo multipolar, en donde los BRICS, aparecen como un desafío a la hegemonía estadounidense en el capitalismo global, especialmente liderados por China.
La cuestión no está en los límites de la institucionalidad capitalista que se expresa en la utopía del G20 por lograr una “Alianza contra el hambre y la pobreza”, precisamente porque esos problemas son consecuencias del orden capitalista.
El debate pendiente es la agenda para retomar una estrategia en contra y más allá del capitalismo, que está en los debates por “otro mundo posible”, emergente de las luchas, reuniones y programas surgidos de las organizaciones que forjaron el movimiento mundial contra la globalización o mundialización capitalista en la convergencia de los siglos XX y XXI.
Sin duda ello es una asignatura pendiente, propósito de reorganizaciones del movimiento popular mundial no solo para frenar la iniciativa de la ofensiva capitalista por más de medio siglo, que ahora, en su versión de ultraderecha, reanima tiempos de fascismos que pensábamos derrotados hace un siglo.
Buenos Aires, 26 de julio de 2024