La disputa del orden capitalista más allá de la guerra y la militarización
La situación de guerra en Europa agrava las condiciones de funcionamiento de la economía mundial, especialmente motorizadas por las sanciones desde EEUU y sus socios occidentales a Rusia. Junto a ello, también intervienen las respectivas respuestas emanadas desde Moscú, explicitadas recientemente en la disposición de cobrar el gas exportado a países hostiles en rublos rusos. Remitimos a sanciones comerciales, financieras, políticas, las que actúan en una dinámica de confrontación militar, con incrementos de presupuestos para la guerra y reactivación de una esfera de la economía que aleja objetivos hasta hace poco enunciados como de privilegio, sea la salud, el empleo, la lucha contra la pobreza y el desempleo, o el cuidado del medio ambiente en contra del cambio climático. Como parte de la asistencia a Ucrania, el FMI aprobó el 9 de marzo pasado un desembolso de 1.400 millones de dólares a Ucrania . Guerra económica, guerra monetaria Más allá de la situación de guerra, vale considerar impactos en los propios países y en el orden mundial, en rigor, no solo a propósito de la actual situación en Europa, sino con la seguidilla de sanciones unilaterales de EEUU y sus socios sobre un conjunto de países, entre ellos, China, Irán, Cuba o Venezuela. Entre otros indicadores, resulta interesante verificar lo que ocurre en las cotizaciones monetarias, importante en tanto las monedas nacionales referencian la capacidad de intervención global de cada país en el orden económico del capitalismo. Las monedas son parte esencial de una lógica de acumulación capitalista, definida por las relaciones monetarios mercantiles, en donde el fetiche del dinero orienta la cotidianeidad en un marco creciente de mercantilización. La moneda rusa venía sufriendo un proceso devaluatorio en los últimos años contra el dólar estadounidense, la moneda de referencia en el ámbito mundial. Está clara la asimetría entre uno y otro país, y la lógica subordinada de Rusia a la dominación global de EEUU, aun cuando las definiciones desde Moscú apuntan reiteradamente a una desvinculación de esa norma de organización económica global. El avance de convenios y acuerdos con otros países, especialmente con China apuntan en ese sentido. Ese proceso devaluatorio escaló desde mediados de febrero, antes de la invasión, y ya con la acción militar sobre Ucrania y las sanciones económicas impulsadas desde Washington, la debilidad del rublo fue evidente. Si el 23/3 se necesitaban 83,67 rublos para obtener un dólar estadounidense, al día siguiente, jornada de la incursión militar, el rublo pasó a 105,21 dólares y alcanzó a 143,87 dólares el 7/3/2022. Desde entonces y con réplicas a las sanciones, en particular con el anuncio de vender el gas en rublos, especialmente a Europa, la cotización se corrigió hasta llegar a los 84,02 rublos por dólar el primero de abril de 2022, recuperando las cotizaciones al momento previo a la guerra. Se trata de un sube y baja de cotizaciones, como señal de la inestabilidad monetaria en un país ante sanciones orientadas desde la hegemonía económica, financiera y monetaria, asentadas en el poder del dólar estadounidense y el euro. Información reciente del FMI señala que, si las reservas internacionales asignadas por monedas de alcance global ascienden a los 12.050,53 billones de dólares estadounidenses, se reconocen a la moneda emitida desde Washington unos 7.087,14 billones, el 58,81% del total, y al euro, unos 2.486,88 billones de la misma moneda, un 20,63%. Entre ambas monedas expresan un 79,44% de las tenencias de divisas en reservas en el sistema mundial. El dólar de EEUU y el euro hegemonizan las finanzas globales y en la sociedad capitalista, monetario mercantil, ponen de manifiesto la hegemonía integral del capitalismo contemporáneo. La información del Fondo continúa indicando que las reservas en yenes alcanzan al 5,557%; las libras esterlinas al 4,78%; el yuan un 2,78%; el dólar canadiense un 2,38%; el dólar australiano un 1,80%; los francos suizos un 0,20% y un conjunto de otras divisas un 3,01%. Queda clara la preeminencia del dólar como resguardo de valor expresado en las reservas internacionales. Sin embargo, el propio FMI, hace casi un año llamó la atención en la caída importante del dólar en el total de las reservas internacionales del conjunto de países. Allí se anuncia que: “…la participación de los activos en dólares estadounidenses en las reservas del banco central se redujo en 12 puntos porcentuales, del 71 al 59 por ciento…” Destaca la nota que la participación del euro (desde 1999) “…fluctuó alrededor del 20 por ciento, mientras que la participación de otras monedas, incluidos el dólar australiano, el dólar canadiense y el renminbi chino, subió al 9 por ciento…” a fines del 2020. Entre otros aspectos, la nota concluía: “Algunos esperan que la participación del dólar estadounidense en las reservas globales continúe cayendo a medida que los bancos centrales de las economías de mercados emergentes y en desarrollo busquen una mayor diversificación de la composición de monedas de sus reservas. Algunos países, como Rusia, ya han anunciado su intención de hacerlo.” La disputa por la hegemonía Por ende, la hegemonía estadounidense existe, pero en una tendencia declinante y disputado por otros países y polos del desarrollo capitalista, en el que las nuevas alianzas militares, económicas, comerciales y financieras, exacerbadas en tiempos de guerras explícitas, suman nuevos ámbitos de confrontación, los que animan horizontes más complejos para la lucha anticapitalista. Un dato relevante es la incorporación de la moneda de China en 2015 para referir las valorizaciones de los Derechos Especiales de Giro (DEG), el activo del FMI. Según la fuente, los DEG se componen de 41,73% en dólar estadounidense; 30,93% de euros; 10,92% del yuan; 8,33% del yen y 8,09% de la libra esterlina. Queda clara la importancia creciente de China, de reciente incorporación entre las monedas globales para referenciar el activo del Organismo internacional. El FMI señala que una vez que se rompieron los acuerdos de Bretton Wodds en 1971, por la decisión unilateral de EEUU al declarar la inconvertibilidad del dólar, los DEG pasaron a referirse a una cesta de monedas, reconocidas por su papel en el comercio mundial y la generalizada aceptación global. La incorporación de la moneda china, el yuan o renminbi en 2015 es el reconocimiento del lugar del gigante asiático en la economía mundial capitalista, posicionado como tercera moneda de referencia en el organismo internacional, por su peso en el comercio global y el nivel de circulación y aceptación en el mercado mundial. La próxima asignación de porcentuales se hará a mediados del 2022 y allí se podrá calibrar la evolución de la referencia de cada moneda de la cesta con vinculo en las relaciones económicas internacionales. Queda de manifiesto el creciente papel de China en la economía mundial, disputando la preeminencia en la producción y disputando un lugar como referencia de su moneda en el lugar del “dinero mundial”. Hay que pensar que ese papel de dinero mundial fue asumido históricamente por el oro, la libra esterlina y el dólar desde 1945, que mantiene aún su lugar de predominio. La discusión que instala la crisis mundial capitalista a inicio del siglo XXI, el fenómeno de las “punto com”; acrecentada en el estallido del 2007/09; la recesión de la pandemia durante el 2020 y el lento recupero del 2021/22; junto a la actual guerra y las sanciones asociadas a réplicas, habilitan a pensar en nuevos horizontes de la reestructuración del orden capitalista, algo que involucra en sí mismo a la guerra: militar, económica, financiera y monetaria. Asistimos a un tiempo de incertidumbres, poblado de manipulaciones mediáticas que dificultan considerar los avatares de la coyuntura, pero que, buceando en diversas informaciones nos permiten evaluar la dinámica económico social de cambios en perspectiva en el presente y el futuro cercano. En todo caso, interesa pensar cual es el lugar que disputa la región latinoamericana y caribeña en las condiciones actuales. La revista “The Economist”, de marzo 2022, grafica en un cuadro el horizonte político latinoamericano para el 2023, con una derecha en retroceso en los probables gobiernos resultantes de las elecciones próximas. Más allá de lo institucional, la conflictividad social creciente muestra las aspiraciones de cambios que demandan los pueblos, algo poco considerado en la contabilidad de combates militares y económicos del poder. Buenos Aires, 1 de abril de 2022
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