Las perspectivas del capitalismo en 2024
El objetivo principal del régimen del capital en estos momentos de crisis pasa por la creciente explotación de la fuerza laboral y el saqueo de los bienes comunes. Eso explica la fuerte ofensiva del capital en contra de las trabajadoras y los trabajadores, sus derechos y formas de lucha y organización sindical y social; tanto como la ofensiva contra la naturaleza expresada en la apropiación de los bienes comunes y los territorios, especialmente del sur global. Una ofensiva que se manifiesta en contra de toda la sociedad desde la manipulación ideológica y mediada por redes sociales y medios de comunicación subsumiendo a la humanidad en la lógica de la ganancia y la acumulación capitalista.
Salir de la crisis es el desafío de las clases dominantes y en ese rumbo consolidan las preocupantes tendencias a la desigualdad, a la guerra y la militarización, orientando recursos a fines improductivos en desmedro de la satisfacción de necesidades insatisfechas de la población mundial. Aumenta el gasto militar global y se profundiza la privatización de derechos sociales, caso de la salud y la educación.
El FMI pronostica un crecimiento para el 2024 del orden del 2,9%, menor a los registros pos-pandemia entre 2021 y 2023, con las “economías avanzadas” en un registro del 1,4%, en donde EEUU crecería al 1,5%, Alemania al 0,9% y el Reino Unido al 6%. Los “emergentes” crecerían al 4%, con China al 4,2% y la India al 6,3%. América Latina y el Caribe un 2,3%, explicitando serios problemas para la evolución de los países periféricos del capitalismo mundial.
La información sobre la riqueza que elabora la Unión de Bancos Suizos (figura abajo) destaca el crecimiento de la desigualdad en todo el mundo, con una pirámide que se ensancha en la base empobrecida y concentra en la cúspide un núcleo reducido de concentración de riqueza e ingreso.
La crisis en el capitalismo y la alternativa
La economía mundial, el capitalismo, contestó a la crisis de los 60/70 con la política de liberalización de la economía bajo la denominación genérica de “neoliberalismo” porque intentaba restaurar la lógica originaria de la Economía Política (Adam Smith en 1776 y seguidores), la que fundamentaba los cimientos del orden capitalista en expansión universal.
El liberalismo de los clásicos de la Economía sustentaba bajo los principios de libre comercio, libre competencia y libertad de mercado las aspiraciones de la nueva dominación burguesa de las relaciones humanas. La crítica de Carlos Marx (1867 se publica El Capital) fundamentó las aspiraciones anticapitalistas por otro orden social, sin explotación ni saqueo, que inspiró organizaciones sociales populares desde la Asociación Internacional de los Trabajadores (1864).
La respuesta a la perspectiva de “revolución” emergió bajo nueva fundamentación con la escuela neoclásica, que desde fines del siglo XIX resulta hegemónica en la academia y ámbitos de gobierno nacionales y globales del sistema mundial. Desde ese enfoque neoclásico emergió el keynesianismo para intentar resolver la superación de la crisis de 1930 sin caer en la perspectiva que ofrecía la revolución rusa y el socialismo.
En ese derrotero es que ante la crisis de los 60/70 y bajo el ensayo terrorista de Estado en Sudamérica es que surge el “neoliberalismo”, que extiende la liberalización económica desde la década del 80 del Siglo XX y que desde 2007/09 entra en crisis y búsqueda de nuevos rumbos teóricos y políticos para orden capitalista. Desde ahí se explica la agresiva ofensiva contemporánea.
Ante la desaceleración de la economía y los límites al crecimiento de la productividad del trabajo, explicitado en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, lo que opera es un agravamiento de la explotación y el saqueo para acrecentar la masa de ganancias, explicitadas especialmente desde el complejo militar o el negocio farmacéutico sanitario, entre otros muchos.
Por eso, el cambio energético demandado resulta en función de mejoras de las ganancias y la acumulación de concentrados y centralizados sectores de la economía global. Es el caso de Elon Musk y Tesla, una de las empresas que manifiesta las tendencias contemporáneas del desarrollo tecnológico y la disputa de territorios para el saqueo, como puede observarse en los intentos de apropiación del litio como insumo para la transformación del patrón energético.
La disputa actual es por la subordinación de la fuerza de trabajo a la lógica del capital, lo que requiere de “consensos” ideológicos, políticos, culturales, por lo que la centralidad de la dominación mundial está en resignificar las formas políticas de la dominación.
En ese sentido, así como en 1973, la dictadura chilena se constituyó en el ensayo neoliberal que luego se extendió en todo el planeta, el triunfo electoral de Javier Milei en Argentina en 2023 puede ser el experimento para una nueva prueba de liberalización económica, que aleje cualquier perspectiva anticapitalista.
Contrario a otras expresiones de la ultraderecha (Bolsonaro, Trump, Meloni o Le Pen), Milei no es “nacionalista”, sino “liberal libertario”, tal como se auto define. Su objetivo es restaurar la “libertad de mercado” a ultranza, disputando consenso de la sociedad en desmedro de cualquier proyecto de crítica al capitalismo, objetado por la deriva del colapso en el este de Europa y la ausencia de un imaginario global anticapitalista.
A 50 años del golpe de Chile y del inicio “neoliberal”, las clases dominantes se re-articulan en un escenario de amenaza sobre la naturaleza con violencia (guerra y desigualdad), evidenciando un capitalismo criminal que subordina a la humanidad al objetivo de la ganancia y la acumulación.
El desafío teórico y político pasa por una crítica situada a las nuevas condiciones del capitalismo mundial en la perspectiva de desaceleración y crisis del 2024.
Un desafío que tiene historia en la lucha de los pueblos originarios, resignificada y visible en la primera década del siglo XXI en los países andinos, especialmente las experiencias de Bolivia y Ecuador, en cuyas constituciones aprobadas hacia el 2009 se configura y delinean las bases de un programa emancipador para el Siglo XXI. En ese sentido actúa la experiencia de las luchas de los feminismos populares, las luchas anticapitalistas contra el saqueo de los bienes comunes, la re-significación de las luchas sindicales y de trabajadoras y trabajadores que enhebran nuevas formas de organización, lucha y reproducción de la vida cotidiana desde la autogestión, la cooperación y el comunitarismo.
15/01/2024