A fines de septiembre se da inicio a un importante Diplomado que organiza la Revista Jacobin, con el apoyo de CLACSO. Por ello quisimos entrevistar a su coordinador, Martín Mosquera, para entender la motivación de esta actividad académica y a la vez m…

Leer en el blog o en el Lector

Imagen del logotipo del sitio Economía Política – Chile Leer en el blog o en el Lector

Entender la política: Introducción al Diploma «Mutaciones de la dominación en el capitalismo contemporáneo»

5d6efa24d32dc0b5e8ab5a5bf532565baa74d1c0ac4c9e8384e565015d8353a9?s=96&d=identicon&r=G De Equipo FDEP en septiembre 6, 2025

featured image
A fines de septiembre se da inicio a un importante Diplomado que organiza la Revista Jacobin, con el apoyo de CLACSO. Por ello quisimos entrevistar a su coordinador, Martín Mosquera, para entender la motivación de esta actividad académica y a la vez militante. Con ello contribuimos a difundir el pensamiento crítico y fomentar el diálogo desde la economía política.

Equipo FDEP: ¿Por qué es tan importante estudiar las características del capitalismo actual?

MM: Porque estamos viviendo una mutación de gran calado, comparable a las grandes transformaciones históricas del capitalismo. No se trata solo de una crisis coyuntural, sino de un cambio de régimen: un modo de articulación relativamente estable entre economía, política, ideología y formas de legitimación. El neoliberalismo funcionó durante varias décadas como ese régimen, organizando la vida social bajo el signo del mercado, la extensión masiva de la competencia y la hegemonía de la globalización productiva, comercial y financera. Pero ese ciclo entró en crisis.

Hoy asistimos a una superposición de crisis que hacen tambalear el andamiaje neoliberal: el estancamiento prolongado de las economías occidentales, el debilitamiento de la democracia liberal, las tensiones interimperialistas cada vez más agudas, las guerras abiertas, el ascenso de China como potencia que disputa el centro del sistema mundial. Ahora mismo estamos a mitad de camino y nos encontramos todavía en un terreno incierto. Por eso, lo que domina por ahora es un escenario de transición caótica, en el que todavía no se vislumbran con claridad los contornos del futuro.

En el plano político, la gran novedad es el ascenso arrollador de la extrema derecha. Un fenómeno todavía en proceso, no cristalizado, que puede leerse de dos maneras: como la marca definitoria del nuevo periodo —es decir, la indicación de que el capitalismo buscará reorganizarse sobre la base de un Estado reforzado autoritariamente, en contraste con la matriz neoliberal—, o como un síntoma mórbido de la crisis, un interregno en el sentido de Gramsci, mientras otra cosa todavía no visible se abre camino. La dificultad, precisamente, es que no tenemos aún los contornos claros de lo que vendrá.

Estudiar las características del capitalismo actual, entonces, no es un ejercicio académico aislado: es una tarea política e intelectual decisiva. Porque entender en qué punto del ciclo histórico estamos, qué mutaciones estructurales atraviesa el capital y qué fuerzas sociales se reconfiguran en ese proceso, es la condición para que la izquierda pueda rearmar su estrategia y prepararse políticamente para lo que se viene.

Equipo FDEP: ¿Qué rol le asignas a la economía política (a diferencia de la teoría neoclásica)?

MM: No soy un especialista en economía, mi área es más bien la filosofía política y la teoría del Estado. Pero, como marxista, diría que la vigencia de la economía política marxista se entiende mejor en los términos de Bensaïd: la actualidad de Marx no es la del moralista o el profeta, sino la de El capital y de la crítica de la economía política. Es la vigencia de una mirada que nos permite descifrar la lógica íntima e impersonal del capital, esa máquina social fetichista, y comprender cómo opera en escala mundial.

Por eso no se trata simplemente de contraponer teorías científicas. La teoría neoclásica no es «falsa» en un sentido banal, sino que expresa el punto de vista del capital en una sociedad gobernada por el capital. La economía política marxista, en cambio, expresa los intereses de la clase explotada y su perspectiva histórica. Son dos visiones que no compiten solo en el plano académico, sino que forman parte de la lucha de clases.

Equipo FDEP: ¿Qué lecciones podemos sacar de las experiencias de ultraderecha recientes en América Latina?

MM: El avance de la extrema derecha en América Latina no puede reducirse a un fenómeno cultural ni a la simple difusión de discursos racistas, misóginos o anti-«woke». Esos elementos existen, claro, pero lo central es otro: una reacción confusa pero coherente frente al derrumbe del tejido social que durante décadas otorgó cierta seguridad, comunidad y propósito a amplias capas populares y de clase media. Muchos de los votantes de la extrema derecha no añoran tanto las jerarquías rígidas del pasado como la estabilidad laboral, los salarios altos y la cohesión social que acompañaron al capitalismo keynesiano, incluso en países periféricos, o al menos ciertos derechos sociales y laborales que se conquistaron incluso en países pobres. El neoliberalismo desmanteló esas condiciones de integración y la izquierda, al renunciar a buena parte de su programa histórico en nombre de la adaptación al consenso dominante, dejó vacante un terreno que hoy ocupa la extrema derecha con su llamado a restaurar un orden perdido bajo la forma de un Estado autoritario.

Este giro debe leerse en un escenario que podríamos caracterizar como «poshegemónico». El descrédito del sistema político, la crisis de las identidades colectivas y el deterioro de instituciones populares como los sindicatos, los partidos obreros e incluso la Iglesia generaron un vacío de referencias ideológicas y organizativas. En ese vacío, las derechas no buscan mayorías amplias pero volátiles, sino minorías intensas, cohesionadas, movilizadas y leales, que se convierten en núcleos capaces de irradiar una nueva cultura política, más agresiva, simplista e identitaria. No es un «gramscismo de derecha» en sentido estricto, sino una forma de guerra cultural adaptada a la fragilidad del momento.

La eficacia de estas estrategias se ha visto en la región: Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile, Milei en Argentina. Todos ellos lograron convertir la confrontación en método, construyendo poder a través del escándalo y el choque permanente, en lugar de evitarlo. Cada crisis, cada provocación, refuerza a su base social y amplía su capacidad de incidencia. En el gobierno, la hipótesis de estabilización consiste en mantener ese núcleo duro como sostén político, en medio de una sociedad desmovilizada y un sistema político en crisis, escenario en el que prospera el autoritarismo.

Ahora bien, esta lógica tiene un doble filo. Al renunciar a la construcción inmediata de una mayoría social, la extrema derecha deja abierta la posibilidad de que emerjan fuerzas capaces de confrontarla, incluso si hoy aparecen dispersas o desmoralizadas. La polarización puede, bajo ciertas condiciones, catalizar recomposiciones en el campo opositor. Pero aquí radica una dificultad mayor: la izquierda actual no dispone de las fuerzas orgánicas de masas que tuvo en los años treinta. Ni partidos comunistas ni socialdemocracias con fuerte implantación obrera: en muchos países, los populismos progresistas y las socialdemocracias han tejido vínculos con sectores de las clases dominantes, y las fuerzas revolucionarias sobreviven en núcleos pequeños y defensivos.

La pregunta estratégica, entonces, es cómo resistir. La opción liberal de correrse al centro solo refuerza a la extrema derecha, que se consolida como la única ruptura real con el sistema. Pero la ilusión de disputar el mismo terreno «antisistema» también es un error: ese espacio hoy está metabolizado de manera reaccionaria. La experiencia reciente muestra que la izquierda solo puede frenar a la extrema derecha mediante bloques amplios con competitividad electoral, como sucedió con la coalición que devolvió a Lula al gobierno en Brasil o con el Nouveau Front Populaire en Francia. Son experiencias llenas de ambigüedades —porque incluyen sectores socioliberales y no responden al modelo clásico de frente único—, pero lograron algo fundamental: no solo frenar, al menos provisoriamente, a la ultraderecha, sino también evitar que el «extremo centro» monopolizara la disputa, lo que habría condenado a la izquierda a la irrelevancia.

La lección, en definitiva, es que la izquierda necesita combinar dos planos: resistir a la extrema derecha con todas las alianzas necesarias para impedir su consolidación, y al mismo tiempo disputar dentro de esas coaliciones para que no deriven en gobiernos socioliberales que terminen reforzando las condiciones de su avance. Es un camino estrecho, lleno de peligros, pero inevitable. Como decía Lenin, la política siempre consiste en caminar entre precipicios.

Visita nuestra sección Actividades para más información del Diploma y otras actividades.

Visita Revista Jacobin LAT
SUSCRIBETE A NUESTRA WEB PARA RECIBIR NOVEDADES EN FORMA AUTOMÁTICA.

Comentar
Me gusta
También puedes responder a este correo electrónico y dejar un comentario.
Economía Política – Chile © 2025.
Cancela la suscripción o gestiona tus suscripciones por correo electrónico.
Logotipos de WordPress.com y Jetpack
Hazte con la aplicación de Jetpack
Suscríbete, crea marcadores de favoritos y recibe notificaciones en tiempo real: ¡todo desde la misma aplicación!
Descargar Jetpack de Google Play Descargar Jetpack del App Store
Wordmark y logotipo de WordPress.com title=
Automattic, Inc.
60 29th St. #343, San Francisco, CA 94110

https://i0.wp.com/sepla21.org/wp-content/uploads/2025/09/editorial.jpg.webp?fit=1024%2C683&ssl=1https://i0.wp.com/sepla21.org/wp-content/uploads/2025/09/editorial.jpg.webp?fit=150%2C100&ssl=1Capítulo Chile SEPLACapítulo ChileA fines de septiembre se da inicio a un importante Diplomado que organiza la Revista Jacobin, con el apoyo de CLACSO. Por ello quisimos entrevistar a su coordinador, Martín Mosquera, para entender la motivación de esta actividad académica y a la vez m… Leer en el blog o en el...Sociedade de Economia Política Latinoamericana